-Emeline…
Me di la vuelta en la cama, tenía demasiado sueño como para asustarme.
-Emeline…
Me puse la almohada sobre la cabeza. ¿Es que acaso tenían el hobby de no dejarme dormir?
Puñeteros sucesos paranormales…
Puñeteros sucesos paranormales…
-Ññhh… Vete, fantasmiko.
-¡Emeline! ¿Eres imbécil? ¡Llevo un cuarto de hora llamándote!
Abrí los ojos, muy a mi pesar, y me encontré a mi primo Thomas con una cara de cabreo…
-Buenos díaaaaaaaaaas, Tommyyyyy ~.
-¡Qué Tommy ni que hostias! ¡¿Eres humana o un híbrido de marmota y oso?!
-Marmota y ornitorrinco-. Le respondí, bostezando.
-Vamos, que eres gilipollas-. Dijo, moviendo la mano como si no le importara.
-Y tú eres imbécil.
-Sí, salgo a mi prima.
-Eres mayor que yo…
-¿Te das por aludida?
-Me vas a comer todo el… ¡JODER, LAS DOS MENOS CUARTO!
-Te lo he dicho, que era muy tarde…- Dijo Thomas, con una sonrisa burlona-. Siempre te quedas dormida. Habíamos quedado con Brokelle y con Olive.
-¡DDDDDDOSDIFJOAKSD, ES VERDAD!
-Tranquila, les he dicho que mejor a las dos y media. Pero ya estás yendo a desayunar y a vestirte, vaga.
-Hagamos una cosa. Vete tú ahora y yo voy dentro de un rato-. Dije, planeando una estrategia infalible para vestirme tranquilamente.
Mi primo tiene un año más que yo, pero como hay menos dos chicos de su edad en el pueblo (digo menos dos porque los dos que hay son gilipollas) sale con nosotras.
Brokelle y Olive son mis mejores amigas, aunque son totalmente diferentes. Brokelle es descarada, bromista, divertida… Y Olive es tímida, buena, callada…
Pero en fin, se llevan bien…
-Está bien, te esperamos en la plaza. En cuantito termines te quiero ver allí.
-Siiiii, que siiiiiiiiiii… Ale, ale, déjame vestirme tranquilita, ¿vale?-. Le dije a Thomas, empujándole hacia la puerta.
En cuanto mi primo salió, corrí hacia la cocina a desayunar algo. Estaba abriendo la despensa para coger un vaso cuando un ruido me hizo perder la concentración, tirando el vaso al suelo.
Suspirando, fui a coger la escoba, cuando el ruido sonó de nuevo.
Cogí aire, como si eso provocara que una fuerza sobrehumana llenara mi cuerpo, y subí las escaleras hasta mi cuarto.
La pequeña ventana que había en mi “cuarto” estaba abierta. Estaba segura de haberla cerrado anoche, y mi primo era tan vago que no era capaz de ir hacia el otro lado de la habitación para abrir la ventana.
Entonces… ¿quién…?
Asustada, me vestí a toda prisa, recogí el vaso y me dirigí a toda prisa hacia la gran verja.
-¡Auch!
-¡Mira por dónde vas!
Miré hacia la persona que había hablado. Era un chico alto, con los ojos claros… ¿azules? No… eran lila… El pelo rubio tan claro que era como blanco. Tendría unos dieciséis años… “Otro pesado que se cree mayor, como mi primo” pensé.
A pesar de que era un pueblo enano y que conocía a todo el mundo, a él no le había visto en mi vida. Era bastante atractivo, y bastante extraño también. Había algo misterioso que le rodeaba. Me miraba con aires de superioridad, como si yo tuviera cinco años y el dos mil ciento cuarenta y tres.
-L-lo siento…
Me ayudó a levantarme, puesto que el choque me había tirado al suelo. Una vez de pie, me di cuenta de que era bastante alto. “Quizás sea mucho mayor…”
-Esto… eres… ¿eres nuevo en el pueblo?
-¿Qué pregunta es esa?-. Me respondió, sorprendido.
-S-siento mi atrevimiento… yo…
-Sí, soy nuevo. Me he mudado aquí por motivos de trabajo.
-¿Trabajo? ¿Cuántos años tienes?
-¿Quieres que te diga también el pin de mi móvil?
Que antipáaaatico.
-No respondas si no quieres, pero tampoco tienes que hablar así a la gente-. Le respondí, perdiendo toda la vergüenza que tenía hacía unos instantes.
El chico suspiró, cansado.
-Tengo diecisiete años-. Respondió. Era un poco más mayor de lo que pensaba-. Me llamo Zero Kiryuu y vengo aquí a ir a la escuela como un chico normal. ¿Contenta?
-Sí… pero… ¿no has dicho que era por trabajo?
-Olvídalo, no lo entenderías.
¿Y SI ERA UN ASESINO?
-D-de acuerdo… Yo soy Emeline Ross, tengo 15 años y vivo en una casa encantada que, para colmo, no es mía ni de mis padres, si no de mis tíos y del subnormal de mi primo-. Sonreí sarcásticamente.
-Eeh… no te había preguntado-. Ese comentario tan “simpático” hizo que me ruborizara de pies a cabeza.
-¡M-ME DA IGUAL, YO TE LO DIGO!-. Le grité, mientras me dirigía hacia la plaza del pueblo.
De repente, sentí que alguien me observaba. Miré hacia atrás para ver si era Zero, pero no… Él estaba caminando hacia el otro lado.